Cuando el equipo de negociación del FMI llegó a Buenos Aires el 12 de febrero, los comentarios del gobierno argentino y del banco central provocaron fuertes movimientos de precios de la deuda soberana, tanto en moneda fuerte como en moneda local.
Sin embargo, aunque el mercado se centra en las cuestiones relativas a un acuerdo de alivio de la deuda «sostenible», sorprende la falta de debate sobre el hecho de que la economía -en su actual trayectoria- es en sí misma completamente insostenible y se dirige hacia una crisis aguda.
Argentina se encuentra actualmente en un estado de recesión y afronta una serie de desafíos que incluso las políticas económicas ortodoxas tendrían dificultades para superar. Mientras tanto, el presidente, el vicepresidente, el ministro de economía y el gobernador del banco central están comprometidos con una combinación de controles de capital y de precios con el fin de dar la percepción de una “estabilidad” con respecto al tipo de cambio y la inflación.
En enero, la inflación argentina sorprendió a la baja, con una tasa mensual del 2,3% y una tasa anual del 52,9%. Con esto, la reducción en la tasa de interés de política, por parte del Banco Central de la República Argentina (BCRA) en 400 puntos básicos hasta el 44%. Los expertos esperan que esta contención sea de corta duración y costosa a mediano plazo.
«Es posible que incluso veamos un aumento de la actividad económica a corto plazo, ya que los argentinos no pueden acceder a los dólares y las tasas reales de los depósitos en pesos locales son negativas, por lo que la única respuesta racional de la población es comprar bienes duraderos, lo que provocará un aumento del consumo», dice Gabriel Gersztein, jefe mundial de estrategia de mercados emergentes de BNP Paribas.
Gersztein dice que ni siquiera le gusta utilizar el término ‘política monetaria’: Hablar sobre la política monetaria en el contexto de la Argentina, es hablar de un país con una moneda que tiene un depósito de valor, y que no es una característica de la economía argentina».
Dice que los controles de precios y de capital conducirán a una mayor inflación y a una mayor depreciación en el futuro.
Tiago Severo, economista argentino de Goldman Sachs, está de acuerdo: «Los controles de precios probablemente conducirán a crecientes distorsiones en los precios relativos a lo largo del tiempo, forzando eventualmente a las autoridades a permitir medidas correctivas, lo que podría impulsar la inflación futura».
Además, Severo dice que el aumento de la liquidez interna y la consiguiente disminución de las tasas de depósito bancario -las tasas reales ex-ante se están rastreando actualmente en territorio negativo- pueden impulsar la demanda tanto de bienes como de dólares, alimentando el diferencial entre los tipos de cambio oficiales y no oficiales y aumentando las expectativas de depreciación.
«Estas corrientes subterráneas contribuirían probablemente a que las expectativas de inflación se mantuvieran sin anclar y podrían dar lugar a nuevos episodios de presiones sobre los precios», señala.